El rol social de los senos a lo largo de la historia.

¿Senos grandes? ¿Siempre gustaron los senos grandes? ¿Cuál es la explicación de este fetiche? Platiquemos un poco al respecto.

“Biológicamente hablando, los senos son una parte extraña de la fisionomía, de hecho sólo los hombres son los únicos mamíferos machos que se fascinan con ellos en un contexto sexual. Las mujeres también son las únicas que los desarrollan en un momento distinto al embarazo. Además somos la única especie que los acariciamos o estimulamos durante el encuentro sexual.”

Científicos Larry Young y Brian Alexander

En la historia de la humanidad, han existido diferentes fetichismos según el tiempo y la cultura, es bien conocido que los primeros indicios claros de una erotización de las mamas se remontan a 5.000 años. De hecho, Las antiguas egipcias se maquillaban cuidadosamente los senos y los dejaban ver a través de sus transparentes vestidos, lo que ocasionó que sus vecinas las fenicias inventaran el sujetador para falsear lo abultado de sus atributos.

Antiguamente, algunos sacerdotes consideraban el tocamiento de los senos en público como una falta menor la cual denominaban “quotidianae incursionis” como se observa en el cuadro titulado, “la mujer entre dos edades” (anónimo francés del siglo XVI).

Los senos grandes en la historia
Los senos grandes en la historia

Sin embargo, para ciertos pueblos indígenas, el hecho de que las féminas lleven los pechos desnudos no es un acto impúdico. El erotismo que ejerce el busto y el rechazo de la mujer occidental a mostrarlo, salvo en playas, piscinas y determinadas circunstancias, contrasta abiertamente con la habitual desnudez del pecho femenino en las civilizaciones prehistóricas y neolíticas.

La exhibición pectoral también era bien vista en las antiguas Grecia y Roma hasta la llegada del cristianismo, que desató una cruzada contra los senos libidinosos que alcanzó su punto álgido en la Edad Media.

Los artistas se vieron obligados a olvidarse de esta parte femenina. En consecuencia, aquellas mujeres del medievo de pechos pequeños y puntiagudos, como era entonces el canon de belleza, se resistían a ocultar su caja torácica. “Si alguien les miraba los pechos, los cuales desean que sean vistos por todos, que por eso los traen fuera, los esconden deprisa dando a entender que no gustan de que nadie los vea, los volverían a descubrir y mostrar lo más deshonestamente que puedan para que las tengan por bellas”, escribió el escritor catalán Bernat Metge ( 1340-1413) Mientras que en la España renacentista las damas llevaban vestidos muy escotados con corpiños en forma de embudo que resaltaban los pectorales, las jóvenes del siglo XVII se apretaban el busto con planchas de plomo para que no se les desarrollara.

Desmesurado o minúsculo, la razón por la que los senos despiertan la libido de los varones habría que buscarla en el momento en que el hombre empezó a caminar erguido, hace unos cinco millones de años. Desmond Morris, en su obra El mono desnudo, fue el primero en proponer que los pechos hinchados representan una traslación ancestral de las señales sexuales desde la parte trasera a la parte delantera del cuerpo.

El mono desnudo
El mono desnudo

Según éste etólogo, los pechos de la mujer imitan “un par de nalgas carnosas y hemisféricas” para “desplazar con éxito el interés del varón desde atrás al frente”. Algunos antropólogos opinan que se trata de un planteamiento fantasioso, pero otros, por el contrario, creen que los senos generosos habrían indicado a los posibles pretendientes que la hembra gozaba de buena salud y estaba lógicamente mejor dotada para soportar la carga del embarazo y la lactancia.

Aquí es cuando el psicoanálisis da paso a la antropología. Los antropólogos se preguntan: “¿Por qué los hombres y las mujeres de las sociedades occidentales sienten tanta fascinación por las rubias de pecho grande, cintura pequeña y caderas anchas?”.

Pues porque una mujer guapa parece gozar de mejor salud que una que no lo es. Los pechos, en este caso, serían un indicador de salud muy eficaz.

Con referencia a lo anterior, el antropólogo Frank Marlowe, de la Universidad de Harvard, publicó un estudio sobre el tema en 1998. Donde sostenía que los pechos para los hombres, si son grandes y firmes, son sinónimo de buena salud. Las caderas también son indicio de lo mismo.  Es decir, las caderas y los pechos bien formados son una garantía de fertilidad, quizá porque las hormonas han moldeado el cuerpo de una madre en potencia. De manera instintiva, un hombre actuaría como futuro padre al admirar a una mujer guapa, al igual que esta sentiría atracción hacia un hombre de espalda ancha y cuerpo atlético.

El doctor Leonard Shlain, cirujano y autor del libro “Sexo, tiempo y poder”, cómo la sexualidad femenina dio forma a la evolución humana, también defendía una hipótesis interesante. Decía que en la transición del hombre hacia la posición bípeda, el “trasero” dejó de estar menos visible, al revés de lo que sucedió con los pechos, que quedaron a la altura de los ojos. Es por ello por lo que nuestros ancestros habrían preferido posturas sexuales como la del misionero para favorecer la fertilidad.

Leonard Shlain
Leonard Shlain

Los hombres prehistóricos elegían a sus compañeras en función del tamaño del trasero, pero la evolución sexual habría modificado las preferencias, otorgándole a los pechos el papel primordial de la fertilidad.

Posteriormente, en los últimos tiempos, liftings, liposucciones y mamoplastias han transformado el asunto. Una mujer de edad avanzada puede lucir hoy en día un pecho firme y voluptuoso. Los senos deberían entonces haber perdido su valor sexual; sin embargo, continúan siendo objeto de muchas fantasías.

Pero aunque los hombres sigan perdiendo la cabeza por los pechos grandes, para muchas mujeres la realidad es otra. A los hombres les gustan las delanteras en general, ya sean grandes, pequeñas, firmes o caídas.

Diversas teorías se han propuesto sobre la fijación e importancia de los senos de las mujeres, sin embargo, algunas teorías han sido descartadas explícitamente, como una de las más conocidas: los hombres prefieren los senos grandes por su capacidad para almacenar gran cantidad de grasa.

Los científicos Larry Young y Brian Alexander expresaron en una entrevista: «Creemos que este capricho de la sexualidad humana ha evolucionado para explotar los antiguos circuitos cerebrales de unión madre e hijo como una manera de ayudar a crear lazos entre los amantes, pues al estimular los senos en el acto sexual se libera oxitocina y dopamina que ayudan a crear una asociación de la cara del amante y los ojos con las sensaciones placenteras, la construcción de un enlace en el cerebro de las mujeres”, afirmaron.

Salma Hayek
Salma Hayek

Los pechos siempre han constituido una de las zonas femeninas con más atractivo para los hombres. Aunque a lo largo de la historia han existido numerosas teorías acerca del origen de esta atracción, hasta ahora ningún estudio científico ha sido capaz de explicarlo de forma convincente.

En la actualidad, el interés sexual en la especie humana está determinado más por influencias culturales que por el ciclo reproductor. En este sentido, siguiendo las tendencias más críticas tanto en la antropología como en la biología, puede afirmarse que aunque en la base de la diversidad sexualidad humana exista un fundamento biológico, la construcción de la sexualidad es fundamentalmente cultural y socialmente elaborada puesto que ésta y sus expresiones han variado a través del tiempo y en distintas culturas.

No se trata de negar la realidad biológica de las diferencias entre los distintos sexos, sino de reconocer los significados psicológicos y culturales de esas diferencias. Las “verdades” acerca de la sexualidad humana creadas por los académicos, zoólogos, psicólogos, antropólogos y biólogos, constituyen un componente de las luchas por la hegemonía ideológica en la política, la economía y la cultura de nuestro tiempo y en un afán de dar “carta de naturalidad” a las rígida estructura binaria heterocentrista de nuestra sociedad.

En fin, hay que reconocer las ventajas de tener pechos grandes hoy día, donde el fetiche de los senos grandes sigue vigente y con proyecciones cada vez más altas.

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